Episodio #34. Adolescencia de Netflix y el manual de incel que nunca se escribió.
La serie está generando un intenso debate en #España. Pero, ¿puede que el verdadero problema sea cómo elegimos contar esta historia? Aclaramos el mundo incel en este episodio de NoDataNoParty.
Bienvenidos al episodio número 34 de “No Data, No Party”. Cada semana os traemos un análisis o reflexión sobre la actualidad política y social, con algunas recomendaciones estratégicas para mejorar la comunicación política. Con datos, por favor.
Todo empieza con un adolescente con mala postura 🧍♂️, un algoritmo de TikTok 📱 y una mochila cargada de frustración existencial 🎒. Bienvenidas a Adolescencia, la serie de Netflix que intenta salvar a nuestros hijos... de convertirse en incels. Aunque quizá lo que habría que salvar es la narrativa.
¿Qué demonios es un incel?
Vamos al grano: incel es la abreviatura de "involuntary celibate" (célibe involuntario). El término fue acuñado en 1993 por Alana, una joven canadiense que fundó un grupo de apoyo online para personas que no podían encontrar pareja. Lo que nació como una comunidad de acompañamiento y reflexión sobre la soledad romántica 💔, fue progresivamente apropiado por varones jóvenes y blancos en entornos digitales angloparlantes, que transformaron ese malestar en resentimiento estructurado y en discursos cada vez más misóginos y nihilistas (Ging, 2019).
Actualmente, el término incel hace referencia a sujetos que se identifican como excluidos sexuales de manera involuntaria y que construyen comunidades virtuales en torno a esa identidad de marginación, elaborando un relato de agravio que muchas veces se articula en términos de lucha contra las mujeres, los hombres "alfa" y una sociedad que consideran injusta. Esta cultura de la queja se ve reforzada por algoritmos de plataformas como Reddit, YouTube o foros especializados, que permiten la creación de cámaras de eco 🔁.
No obstante, no todo incel es violento, ni todo joven aislado es incel. Aquí es donde la serie Adolescencia confunde el síntoma con la amenaza ⚠️.
Según el informe de la Center for Countering Digital Hate (2022), el 74 % de los mensajes en los foros incel más activos son escritos por apenas 400 usuarios, en una comunidad que recibe millones de visitas mensuales. No estamos ante un fenómeno masivo de radicalización, sino ante una microcultura digital con una retórica polarizante y autocompasiva (CCDH, 2022).
Además, un 33 % de los hilos analizados en estos foros están marcados por etiquetas de desesperación, odio a uno mismo o pensamientos suicidas 🕳️. Solo el 5,8 % expresan una visión positiva o propositiva (CCDH, 2022). Estos datos invitan a entender a los incels más como sujetos que padecen que como sujetos que actúan. En lugar de preguntarnos cuántos de ellos van a cometer un atentado, tal vez deberíamos preguntarnos por qué una parte de nuestra juventud se refugia en espacios de odio para hablar de su sufrimiento.
Adolescencia, o el pánico moral de cada temporada.
La serie ha elegido su monstruo: el incel blanco, joven, con pocas habilidades sociales, camiseta gris y ojeras. Un arquetipo que funciona bien en la lógica audiovisual: genera rechazo y permite un guion de redención o castigo 🎬. Pero, ¿estamos abordando el problema real o fabricando otro pánico moral estacional?
Este tipo de representaciones alimentan lo que Stanley Cohen (1972) llamó “folk devils” o “diablos populares”: figuras construidas mediáticamente que encarnan todo lo que la sociedad teme o desprecia, y que justifican respuestas desproporcionadas, políticas de control o intervenciones supuestamente preventivas. El joven incel cumple perfectamente este rol: es ambiguo, marginal, incomprendido y fácil de estigmatizar. Y eso lo convierte en el chivo expiatorio ideal para una sociedad que prefiere señalar síntomas en lugar de revisar causas.
En este contexto, Adolescencia no propone una pedagogía crítica, sino una suerte de “thriller moral” en el que se mezcla alarma social, psicología pop y espectáculo. En vez de abrir un debate sobre la masculinidad en crisis, el sufrimiento juvenil o la precariedad emocional, se opta por un relato cerrado, dicotómico y funcional al consumo. Lo urgente se convierte en lo vendible.
Criminalizar perfiles adolescentes con alta vulnerabilidad psíquica bajo la lógica del "riesgo futuro" resulta irresponsable y, francamente, funcional a ciertas industrias culturales. Los estudios sobre hikikomori en Japón revelan que sólo un 54,5 % de los jóvenes socialmente aislados presentan antecedentes de trastorno psiquiátrico (Koyama et al., 2010). El resto cae en una zona gris entre el repliegue emocional, la presión familiar y el colapso del deseo de socialización.
La retirada social no se cura con una intervención policial 🚓 ni con un arco narrativo de superación. Requiere comprensión estructural, atención emocional y políticas públicas que reconozcan el malestar juvenil como síntoma de un modelo fallido de socialización y reconocimiento. Y sobre todo, requiere no seguir fabricando monstruos donde hay adolescentes en apuros.
El incel no es el enemigo, es el síntoma.
El incel no nace, se hace. Se construye en una sociedad que impone estándares imposibles de belleza, éxito y sexualidad ✨, sin ofrecer comunidad, vínculos estables ni sentido de pertenencia. Así, muchos adolescentes varones se refugian en foros donde, al menos, pueden nombrar su dolor. Aunque sea con rabia. Aunque sea contra las mujeres.
El fenómeno incel no se explica solo desde la frustración sexual. Está íntimamente ligado al desempleo, la ansiedad, el bullying, los trastornos de apego y una profunda carencia de vínculos afectivos. Diversos estudios muestran estas conexiones, tanto en el caso de los hikikomori (Tajan, 2022) como en la narrativa incel recogida por el CCDH (2022).
Pero reducir el fenómeno incel a un problema de "masculinidad tóxica" es una simplificación peligrosa. Es cierto que muchos discursos incel reproducen lógicas misóginas, pero también es cierto que estas lógicas emergen en contextos de desamparo, marginación emocional y modelos masculinos imposibles de habitar. La soledad estructural, la ansiedad de rendimiento y la ausencia de redes afectivas sólidas son terreno fértil para la radicalización emocional, incluso en clave autodestructiva.
Frente a esto, la respuesta social suele ser reactiva: etiquetar, señalar, prevenir, controlar 🧷. Pocas veces se propone crear espacios donde estos jóvenes puedan tramitar sus emociones desde una pedagogía de la escucha, el cuidado y la construcción comunitaria. Y sí, enseñar consentimiento está bien, pero no basta si llevas tres años encerrado en tu cuarto, odiándote por no gustar a nadie.
Si después de ver Adolescencia tu hijo o hija te pregunta qué es un incel, quizá habría que preguntarse por qué necesita encontrar sentido a la vida en Instagram o Tiktok y no en casa, en el colegio o en una conversación contigo.
Pero nada, tú dale un taller de nuevas masculinidades, una charla TED y una suscripción a Netflix. Y a dormir tranquilo.
Si esto te removió un poco, suscríbete a este espacio. Aquí no vendemos pánicos morales, pero sí hacemos preguntas incómodas. Y, quién sabe, quizá la próxima vez hablemos del incel bueno: ese que lee a Foucault, se masturba poco y llora en la ducha.
Si quieres seguir profundizando en comportamiento social de la Generación Z, te recomendamos algunos de nuestros post como Generación Z en España: ¿mujeres de izquierdas, hombres de derechas? O también este otro sobre comportamiento político ¿Se alejan los jóvenes de la izquierda? O Cuantificando la derechización de los (hombres) jóvenes, de Eliseo Garilleti.
Referencias
Center for Countering Digital Hate. (2022). The Incelosphere: quantifying misogyny and violent extremism online. https://counterhate.com/research/incelosphere/
Ging, D. (2019). Alphas, betas, and incels: Theorizing the masculinities of the manosphere. Men and Masculinities, 22(4), 638–657. https://doi.org/10.1177/1097184X17706401
Koyama, A., Miyake, Y., Kawakami, N., Tsuchiya, M., Tachimori, H., & Takeshima, T. (2010). Lifetime prevalence, psychiatric comorbidity and demographic correlates of "hikikomori" in a community population in Japan. Psychiatry Research, 176(1), 69–74. https://doi.org/10.1016/j.psychres.2008.10.019
Tajan, N. (2022). Mental Health and Social Withdrawal in Contemporary Japan: Beyond the Hikikomori Spectrum. Taylor & Francis Group.